Habitantes de La Candelaria y Santa Fe se oponen al Cable Aéreo

Encuentro por la memoria Barrio La Concordia

Agrupados en el Comité Reencuentros por la Memoria del Centro Histórico, los vecinos de los barrios afectados por los dos tramos del proyecto del cable aéreo del centro histórico, manifiestan que “los quieren borrar del mapa” para darle paso a un cable aéreo del cual nunca les hablaron, más que para avisarles que su casa tendría que ser demolida para abrirle paso a las pilonas y estaciones del cable.

Desde el 2021, la alcaldía de Claudia López comunicó los planes para la construcción de tres cables aéreos dentro de un plan de movilidad sostenible e intermodal. Junto con el cable de San Cristóbal, irían dos tramos más  en la localidad de La Candelaria y Santa Fe. La propuesta fue presentada como una solución efectiva de modernización del sistema de transporte para este sector del borde oriental de Bogotá, en la que se pretende que los ciudadanos “ya no tengan que ir en carro al centro “. Los dos tramos que completan 6 km se dividen así: uno al norte con un recorrido que parte en San diego, pasa por Bosque izquierdo y llega a Monserrate y, el otro, en el sector sur que inicia en la estación San Bernardo, pasando por Las Cruces, Los Laches hasta llegar al histórico barrio Egipto.

A pesar de las explicaciones de la alcaldesa, que se centran en el mejoramiento del acceso a la parte media de los cerros orientales interconectando el corredor verde de la séptima (aún en veremos) y el metro, las organizaciones barriales y vecinos indican que hoy no existen reales necesidades de transporte para las zonas intervenidas que justifiquen la obra. Esta posición ha sido  corroborada por los documentos de pre-factibilidad que no cuentan con estudio de demanda, lo cual parece indicar que  de fondo, lo que se quiere es adecuar una infraestructura para el turismo, que en el mediano plazo  desplazará a la comunidad de dicho sector de la capital.

Una renovación urbana hacia la gentrificación

Iniciativas como ésta hacen parte de lo que tradicionalmente se conoce como procesos de renovación urbana, en los que las que las autoridades, con intereses políticos y económicos  cercanos a empresarios constructores,  sustituyen los edificios antiguos por nuevos para cambiar la vocación de los espacios intervenidos. Para el profesor Carlos Jiménez, Doctor en urbanismo de la Universidad de Barcelona, estos procesos tal y como están planeados tienen distintos niveles de afectaciones: “El fenómeno inmediato es que algunas familias serán desplazadas y las compensaciones que reciben no son suficientes, se rompe todo el tejido social.”  Adicionalmente, a mediano plazo, los habitantes que se quedan vivirán un proceso de transformación en la forma de habitar sus barrios que los convertirá en extraños. Para el profesor, en la mayoría de los casos, esta renovación genera una presión inmobiliaria, es decir, un aumento de la demanda de viviendas  por parte de personas  dispuestas a pagar más de lo que actualmente se paga, elevando así el valor de los arrendamientos. Una vez abierto este ciclo de renovación urbana, los nuevos habitantes que arriben a estos barrios, motivados por la expectativa de renovación e impulsados en el atractivo turístico, modificarán hábitos de consumo y demandarán nuevas inversiones para que se moldee el espacio a la medida de sus expectativas. Las economías de gran escala encontrarán espacios de interés para sus negocios, hospedaje, restaurantes, zonas de recreo o esparcimiento; dinámica que expulsará a los moradores tradicionales que no tengan el recurso para hacer inversiones similares o que simplemente  no soportan los elevados costos de vida.

La experiencia latinoamericana, como en Buenos Aires Argentina o Medellin en Colombia , registra que las renovaciones urbanas como esta engendran un proceso de gentrificación con claras afectaciones para la comunidad que construyó estos barrios durante décadas.

Una ciudad diseñada sin la gente

El proceso de renovación urbana del cable aéreo en el centro histórico, abre un abanico de discusiones que las autoridades no quieren dar. En noviembre del año pasado, tan pronto se conocieron las primeras manifestaciones de los habitantes del centro, la  reacción de la anterior alcaldesa Claudia López fue responsabilizar al sector político del Pacto Histórico  señalando en u largo trino:

Más allá de la controversia política aprovechada por la ex alcaldesa para atacar al petrismo, no hubo ninguna respuesta a los reclamos de la ciudadanía que prácticamente fue ubicada bajo la tutela de un sector político y despojada de su propia voz y ha permanecido desoída en sus reclamos. Sin embargo, Telascanto consultó con varios habitantes del sector sobre las preocupaciones que surgen a partir del proyecto. Para Aldemar Duarte, habitante del barrio Los Laches desde su infancia, las intenciones de la alcaldía no son transparentes con los vecinos. Su casa hace parte de las más de 200 que serán expropiadas por el IDU para darle paso a los pilotes y equipamiento de las estaciones en el tramo sur del cable. Señala enfáticamente que “detrás del cable esconden megaproyectos de torres de apartamentos y vías alternas para más tráfico vehicular”, como una manifestación abierta de la desconfianza sobre los intereses de la alcaldía con el cable; una preocupación latente analizada en otras experiencias urbanas en Latinoamérica. Aldemar ha impulsado la organización de los vecinos para evitar que se genere un desplazamiento  de alto impacto en las familias cuyo predio es de interés de la alcaldía. Comenta que dentro de sus vecinos hay una amplia presencia de adultos mayores y niños, que habitan casas autoconstruidas con el esfuerzo familiar, en las que han adecuado espacios para el comercio o la pequeña renta con el fin de garantizar un sustento en su vejez, situación que ha sido ignorada por completo en los planes de la alcaldía que propone un negocio basado en el avalúo catastral.

Por su parte, Camilo Cuervo de 42 años, quien vive en el barrio el Rocío con sus padres y hermanos cuenta “el día que llegué ahí a la casa mi mamá estaba llorando porque el ingeniero dijo que ahí sería la estación del cable y no había nada que lo echara para atrás, eso se hacía o se hacía”, mientras asiste a un encuentro por la memoria del centro histórico.  Su caso es muy similar al de los vecinos de su cuadra cerca al mirador de Los Laches, pero enfatiza en los temores sobre las ofertas de compra por parte de la alcaldía y anticipa que no quieren pagar lo que vale la casa. 

De la alcaldía, solo se han limitado de comunicar que según los estudios de prefactibilidad un poco más de 400 predios serán requeridos para una obra que nunca fue consultada con la comunidad y sobre la que no ha habido una intención de reducir al máximo las afectaciones a estos ciudadanos.  

El profesor Carlos Jimenez define estos procesos como la imposición de una lógica clasista “Por qué Bogotá cuando se piensa, se piensa como una ciudad global y no se piensa como la primera ciudad de Colombia, por qué las elites piensan que es más importante tener una proyección hacia el mundo y no una proyección hacia los barrios. Hay una cuestión ideológica con una preponderancia hacia las grandes economías de escala, entonces cuando ellos piensan la ciudad piensan en el negocio inmobiliario del gran constructor.” Esta opinión de alguna manera es recogida por los habitantes promedio. Una mujer habitante del barrio Las Cruces hace más de 50 años y que pidió que no revelaremos su nombre, nos comentó cuando le consultamos sobre la comunicación de la alcaldía con el barrio “por acá en Las Cruces a nadie le han golpeado en la casa a comunicarle que van a  hacer eso”. Además de no haber recibido comunicación directa sobre los planes definidos sobre el barrio, precisa que  allí hay problemas más importantes que la movilidad, por ejemplo, la seguridad, pero que solo han mirado el barrio cuando tienen interés de hacer negocios. 

La lucha por no desaparecer del mapa

Comunicad del Barrio Los laches

Desde febrero, un grupo de vecinos y vecinas de los barrios por los que pasará el cable han decidido expresar sus opiniones sobre el proyecto y su intención de no dejar que desaparezcan del mapa, conformando un  grupo de reencuentros por la memoria del centro histórico. Su meta: lograr sensibilizar e informar a las comunidades afectadas sobre la intervención y convocar a la comunidad a juntar sus voces para evitar atropellos por parte de la alcaldía.  Enfrentarse a estas decisiones tomadas lejos de sus barrios ha puesto sobre la mesa la necesidad de buscar los hilos comunes en sus historias para reconocer su memoria, tal vez por esto Daniel Barrera, un gestor cultural y líder barrial, a puesto a disposición la radio ambulante Vox Populi para que pasen al micrófono  personas de la comunidad que se atreven a contar su historia, porque como ha sido costumbre en este tipo de conflictos, las voces más afectadas no cuentan con un espacio en los medios hegemónicos de comunicación para exponer sus razones y romper con el anonimato en le que quieren mantenerlas, además de reconocer a sus pares  y verse en ellos  hasta encontrar juntos el camino para no ser borrados del mapa.

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