La legalidad y el uso histórico del Cannabis.

‘’María creadora de vida, llena eres de gracia y la divinidad está contigo. Bendita eres entre todas las plantas y bendito el fruto que brota de tu flor. María Sativa madre de todas las plantas, curas con amor todas nuestras heridas, desde hace décadas y hasta el día de nuestra muerte. Dice amén.’’ – Laura B.

El uso del cannabis (fm. Cannabaceae) en la industria o en el consumo humano, no puede seguir considerándose un ‘’pecado’’ al que se enfrenta la sociedad moderna. El uso de esta planta milenaria se registra desde muchos años atrás, incluso antes de que existieran primeras las comunidades y religiones.  Los primeros indicios del uso del cannabis datan de hace más de 10.000 años, en regiones de Asia Central y China, donde las sociedades comenzaban a desarrollarse alrededor de la agricultura, domesticando las plantas; la planta del cannabis, particularmente su forma no psicoactiva que es el cáñamo, se utilizaba para fabricar cuerdas, ropa, redes y papel. Pero solo hasta 2700 a.C en China, cuando el legendario emperador Shen Nung la incluyó en su recetario como remedio para tratar dolencias como el reumatismo y la malaria.

A través de la ruta de la seda y de las especias, esta planta se comienza a trasladar a diferentes continentes, llegando a lugares como la India antigua, donde su uso se volvió parte esencial de los rituales religiosos y festividades de los hinduistas; la bebida sagrada ‘’bhang’’ que está elaborada con hojas y flores de la planta, se consumía durante celebraciones como el Holi, y se asociaba al dios Shiva, símbolo de ascetismo y meditación. A medida que las rutas comerciales conectaban Oriente con Occidente, el cannabis llegó a Egipto, Grecia y Roma, donde fue adoptado por médicos y boticarios por sus propiedades medicinales como analgésicas y antiinflamatorias, en estas culturas le atribuían un alto valor a la planta, siendo más usada en actos  de espiritualidad, medicinales y prácticos que para fines recreativos, siendo este último para esa época desconocido por estas sociedades. Para cuando el islam se expandía en el Medio Oriente y el norte de África, el cannabis adquirió nuevas formas de uso, el hashish, una resina concentrada de flor de cannabis, lo que hoy en día conocemos como “Wax”, comenzó a ser consumido recreativamente, y aunque el islam prohibía el consumo de ciertas sustancias como el alcohol, en algunas regiones el hashish era tolerado, lo que generó debates teológicos y morales en las religiones de la época.

Durante los siglos XVI al XVIII, épocas de las colonias, las potencias europeas comenzaron a interesarse en el cáñamo por su valor estratégico, ya que para ese momento era indispensable para fabricar velas, redes y sogas de barco, al punto que en algunos países como Inglaterra, se obligaba a los agricultores a cultivarlo, para ese entonces su cultivo ya había llegado a América a través de la ruta de las especias, donde figuras como George Washington y Thomas Jefferson cultivaban cáñamo en sus plantaciones y aunque en algunas religiones se usaba para la conexión divina, el cannabis en ese entonces no tenía un lugar en el ocio occidental, pero por sus diferentes usos era esencial para la economía marítima y el desarrollo industrial.

Con el avance de la industria también avanza la ciencia y las investigaciones de la farmacología moderna, científicos comenzaron a aislar compuestos activos de diversas plantas. Para entonces en 1839, el médico irlandés William O’Shaughnessy, tras estudiar en la India la planta del cannabis, introdujo el cannabis medicinal en Europa, donde se recetó para la epilepsia, espasmos musculares, dolores y trastornos del sueño. Bajo este nuevo desarrollo y uso, los productos farmacéuticos con cannabis se volvieron comunes en boticas europeas y estadounidenses, pero fue solo hasta el siglo XX  cuando se comenzó a comprender químicamente sus efectos,  en 1940, Roger Adams aisló el CBD (cannabidiol) y en 1964 el investigador israelí Raphael Mechoulam aisló y sintetizó el Δ9-THC (delta-9- tetrahidrocannabinol) que es el compuesto responsable de los efectos psicoactivos del cannabis, estos hallazgos condujeron al descubrimiento del sistema endocannabinoide que existe en el cuerpo humano, siendo clave en funciones como el sueño, el apetito, el dolor y el estado de ánimo.

Pero para la primera mitad del siglo XX, el uso de la planta del Cannabis marcó un giro drástico, tanto en su epicentro que fue en EE. UU como en el resto de los países, diferentes propagandas de deslegitimación del cannabis comenzaron a asociar la planta con inmigrantes mexicanos y comunidades afroamericanas, bajo un contexto cargado de racismo y conservadurismo moral también impulsado por las iglesias. Para 1971 se evidencia e inicia la represión y criminalización formal de esta planta, está nueva forma de penalizar su uso se expande por todo el mundo, incentivada por la campaña llamada ‘’War on Drugs’’ en español guerra contra las drogas, que ejecutó el presidente Nixon bajo una serie de políticas destinadas a erradicar el consumo, uso y tráfico de drogas en Estados Unidos,  bajo una premisa de control social que se estaba revelando en los años 60 – 70, mediante los diferentes movimientos que se estaban instaurando; entre ellos los movimientos contra la guerra, hippismo, los activistas por los derechos civiles, estudiantes universitarios y las comunidades afroamericanas y latinas. Nixon para tener el control social de la época, aplica estas políticas y propagandas desenfundadas para erradicar el consumo de esta planta, siendo la forma en la que el gobierno pudo atacar a las comunidades que consideraba problemáticas y  de oposición al gobierno. Para 1973 con el fin de reforzar las dinámicas de castigo, se crea la ley de persecución y represión de la planta en EE. UU, que es el Marihuana Tax Act, ley que imponía duras penas de hasta 2 mil USD de multa o hasta cinco años de prisión en caso de infracción, esta iba dirigida a todas las entidades vinculadas con el uso del cannabis, que en este caso serían: Importadores, productores, industriales, comerciantes, intermediarios, consumidores, e incluso especialistas que por alguna razón la recetarán o la usaban en sus preparados, tales como dentistas, médicos, veterinarios, farmacéuticos.

Si bien hoy en Colombia la discusión pública sobre planta, se asocia con debates sobre legalización, salud y narcotráfico, el cannabis tiene una larga historia en el país y ha pasado por muchas etapas: en su inicio fue material para fabricar velas y cuerdas, posteriormente medicina natural promovida por farmacias y boticarios, también símbolo de rebeldía en los años 60 y 70 y, más recientemente una promesa económica en la medicina y la industria. Si bien el cannabis no es originario de América, como ya hemos explicado, bajo las diferentes rutas marítimas llegó a Colombia en el siglo XVI, cuando se trajeron semillas de sativa para cultivar cáñamo. Para el siglo XIX, la planta empezó a ser reconocida por sus propiedades medicinales entre las colonias europeas establecidas en américa como a su vez por por las comunidades indígenas del territorio, reconociéndose y distribuyendo en forma de extractos de cannabis en farmacias para tratar dolores, espasmos, insomnio y ansiedad, como se conocía su uso desde sus inicios, para esos años en Colombia y en el mundo su consumo era completamente legal y no estaba cargado de estigma. Con el tiempo y permeado por las políticas expansionistas de represión y criminalización que promocionaba EE.UU, muchos países, entre ellos Colombia empezaron de igual forma a restringir y perseguir el cultivo y su consumo de la planta, la misma que antes se veía como medicina o materia prima, fue etiquetada como una droga peligrosa y con el paso del tiempo, el cannabis pasó a ser la planta relacionada con la delincuencia, el peligro y el desorden, creando un estigma fascista de las clases populares, afroamericanos y latinos.  Aunque no era la principal sustancia del narcotráfico en ese momento, comenzaba a formar parte de una red de cultivos y mercados ilícitos en el país.

No es sino hasta los años 70 y principios de los 80, que en Colombia se vivió un fenómeno económico conocido como la bonanza marimbera, donde diferentes zonas como La Guajira, la Sierra Nevada y el Magdalena se llenaron de cultivos ilícitos de marihuana para exportación ilegal, principalmente hacia Estados Unidos, teniendo en cuenta que para esta época ya existían políticas de prohibición de la planta para ambos países, este fenómeno no fue posible sin las diversas comunidades campesinas e indígenas que participaron en este negocio, y aunque algunos de estos lograron mejorar sus condiciones de vida, el impacto ambiental por deforestar miles de hectáreas de reservas naturales para su cultivo fue enorme, así como su impacto social y cultural cuando surgieron bandas armadas al margen de la ley que se disputaban las rutas del narcotráfico en estos territorios. Posteriormente, el auge económico y el protagonismo en  el contrabando de la planta pierde fuerza a medida que la cocaína, otra sustancia psicoactiva que proviene del tratamiento de otra planta, la hoja de coca, empezó a generar mayores ganancias.

Siendo la ilegalidad la forma en la que se comienzan a distribuir y reconocer el cannabis en el territorio, esta ha sido la fuente principal de la estigmatización que se tiene hacia la planta hoy en día. Los que hemos podido entrar al mundo de la planta y reconocerla como es, hemos  permitido generar un debate y avance en materia de  legalidad frente al uso no solo medicinal, sino económico, cultural y recreativo, generando conciencia frente al uso amplio y valioso que nos ha brindado la planta históricamente. Es así que el tránsito  a la legalidad inicia en 1996, cuando en California se legalizó el cannabis medicinal, abriendo la puerta a una perspectiva que muchos estados y países comenzarán a implementar, por ende, ya para el 2001 Canadá lo legalizó con fines médicos; así mismo en 2013, Uruguay se convirtió en el primer país en legalizarla completamente en cuanto a su uso recreativo y medicinal. A la lista sé suma Canadá con la legalización total, y América Latina en países como México, Chile, Argentina y Colombia donde se han aprobado marcos legales para su uso terapéutico. 


Estas acciones en el marco de la legalidad, han permitido identificar que Colombia gracias a su clima y suelo, es uno de los países con mayor potencial para producir cannabis medicinal, según Pro-Colombia, se espera que esta industria genere más de 12.000 empleos y mueva más de 2.700 millones de dólares para 2030. Diversidades de empresas colombianas ya exportan productos a países como Alemania, Reino Unido y Brasil y aunque la industria del cannabis legal avanza, generando más conocimiento y avances en la ciencia, todavía enfrenta desafíos importantes, desde el estigma social hasta las barreras que impiden que campesinos y comunidades étnicas puedan participar en este mercado. Por eso es importante, conservando la memoria de los hechos históricos, exigir que se incluyan en el marco legal, las garantías necesarias en pro de que los beneficios económicos de estas nuevas industria lleguen a quienes antes fueron criminalizados o desplazados por su ilegalidad.

Por: Laura Bohorquez

Bibliografía

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Mechoulam, R., & Gaoni, Y. (1964). Isolation, structure, and partial synthesis of an active constituent of hashish. Journal of the American Chemical Society, 86(8), 1646–1647. https://doi.org/10.1021/ja01062a046 

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