¿Quiénes son los que habitan las calles de Bogotá, de la madrugada al atardecer?
Todos los hemos visto, bailando, cantando, vendiendo, limpiando, actuando, rebuscando…ellas y ellos son protagonistas de la vida cotidiana en Bogotá.
¿Cómo se llaman? ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Cómo y porqué llegaron aquí? ¿Cuál es su experiencia en la calle?
En Telascanto, fuimos al encuentro de los que dan vida a las calles bogotanas y paramos la oreja para escucharlos. Artistas, vendedores, limpiavidrios, éstas son sus historias, y aquí, te las cantamos. Póngale cuidado, lo que sigue son los relatos de los y las que siempre ve pero a quienes pocas veces se escucha.
Malabarista de Machetes
Él es Cristian, tiene 38 años, se ha dedicado al malabarismo desde hace 10 años y maneja machetes desde hace 7. Cristian es cirquero y viajero, es el arte que lo llevó a viajar y los viajes que lo hicieron crecer como artista. Una manifestación del arte callejero y mochilero, con el cual ha viajado por Suramérica, convirtiendo los semáforos de las ciudades que visita en su puesto de trabajo. “Solo me falta Venezuela por conocer”, nos confiesa.
Esta vez Telascanto lo encontró en la calle 45 con Séptima, bajo el rayo del sol inclemente acompañado de sus machetes, su nariz de payaso y su sombrero, herramientas de trabajo que no pueden faltar en su show para llamar la atención de sus espectadores. Desde allí nos contó un poco de su vida y de su labor como artista callejero.
Inicia su jornada a las 6 de la mañana, organiza sus cosas y trabaja en el semáforo de 8 a 9 am hasta las 12, para intentar recolectar la plata del desayuno y el almuerzo de ese mismo día, descansa un poco para evitar el sofocante rayo del sol. Almuerza para hacer el aguante del resto de la jornada que termina de 7 a 8 de la noche en la que trata de recolectar el resto de la plata que le servirá para cubrir sus gastos diarios. Así es que se desarrolla un día normal en la ciudad de Bogotá donde las noches, frías y desérticas, no dejan otra opción que aprovechar el día. En una ciudad de tierra caliente, ya es otro cuento y la dinámica se invierte. El artista callejero se adapta al contexto, al territorio donde ejerce, es la esencia de su arte.
“No es fácil”, asegura Cristián, desvelando sus manos marcadas por su arte, sus dedos cortados por años de práctica. Esto también es la realidad de esta profesión: un cuerpo expuesto y vulnerable, pero que se para y defiende su arte, su “razón de vida que le permite pagar su habitación, su comida diaria, puedo viajar y sustentar su vida ”.
La calle y los semáforos han sido el lugar de trabajo de muchos artistas de circo después de la pandemia, ya que muchos circos pequeños tuvieron que cerrar sus puertas al público, dejando el arte callejero como su único ingreso económico, todos los días le hace el aguante al arte con sus machetes en el semáforo. Como dice Cristian: – “Yo no soy del circo del sol sino del circo bajo el sol”.